
Al general de Brigada de Infantería D. Emilio Fernández Maldonado en el decimoctavo aniversario de la fundación de la Asociación de Amigos del Museo Específico del Suboficial del Ejército de Tierra Español (AMESETE), con todo mi agradecimiento.
Javier de Zavala Fernández.
Teniente de Infantería del Ejército de Tierra (R.)
Así, del latín legenda —lo que ha de ser leído—, nos refiere la Real Academia Española el origen de la palabra legendario, lo perteneciente o relativo a la leyenda.
Así, de igual manera, quiero referirme yo a lo que ha de ser leído del sargento Don Manuel Lapuente Gallardo, un sargento de otro tiempo, un sargento, por qué no decirlo, de leyenda[1].
De las muchas palabras sinónimas que del término legendario encontramos, quizá nos quedemos, para adentrarnos en la vida de este militar, con las de célebre y popular, pues fue conocido y admirado en su tiempo, si bien no por lo que hizo, sí por lo que la vida le hizo a él, lo que el destino le deparó en el cumplimiento de su deber y obligación.
Y esta admiración de la que hablamos surgió entre los corazones de los más humildes, pero también entre las más altas jerarquías de la nación, comenzando por el de Su Majestad el Rey don Alfonso XIII, que apenas se había estrenado en su mandato real y efectivo.
La historia es breve, dura unos pocos días, pero mantuvo en vilo a la sociedad de su tiempo, en especial a la madrileña, a los habitantes de la ciudad en donde se alberga la cohorte de nuestro Monarca, la ciudad que es la Corte de España.
Manuel nace en un pueblecito de la provincia de Zaragoza, en Fuentes del Ebro, el día 11 de enero de 1873, y son sus padres Don Mariano Lapuente Seguer y Doña María Gallardo Arqueta. A finales de 1892 entra en la Caja de la Zona militar de Madrid número 3 y es sorteado, pero hasta el 6 de marzo del siguiente año no se incorpora a su primer destino, el 5º Batallón de Artillería de Plaza en Pamplona, en donde presta el juramento de fidelidad a la bandera.
Después de un breve tiempo destacado en Santoña, durante el cual asciende a Cabo de Artillería, en abril de 1894 pasa a la Escuela Central de Tiro de Artillería ubicada en el Campamento de Carabanchel, lugar en donde alcanza el empleo de Sargento de Artillería por elección en la revista de Julio.
El 28 de junio, de 1899, a la edad de 27 años, contrae matrimonio con Doña Prudencia Miguel Gonzalo[2] y su vida debe transcurrir entonces con tranquilidad y laboriosidad, dedicándose a las tareas propias del arma, viviendo en los pabellones que a tal efecto se disponen para algunos de los militares allí destinados.
Así, cumpliendo con las ordenanzas militares y con las atenciones a su familia llega un día en la vida de Manuel que se le cae el mundo encima y el hilo de su existencia amenaza ser cortado.
En la madrugada del día 26 de junio de 1902, una horrorosa explosión sembró el pánico en Madrid, si hacemos caso a la prensa de entonces[3].
Desde algunos puntos de la capital los más avezados enseguida señalan al Campamento de Carabanchel como origen de la explosión al ver elevarse por esa zona una columna de humo. Las noticias no tardan en asegurar que se trata de la explosión de uno de los polvorines que existen en la Escuela de Tiro de aquella demarcación militar.
Enseguida se dirige allí numeroso público, en carruajes, en bicicletas, andando, adelantados por las ambulancias que acuden desde distintos puntos de Madrid.
El lugar del incidente se sitúa en el kilómetro 7 de la carretera de Extremadura, y los que van llegando pueden ver con espanto la trágica escena: barracones destartalados, animales muertos, maderas quemadas, hierros retorcidos y muchos, muchos heridos deambulando de aquí para allá.
Enseguida se comienza a hablar de desgracias personales serias. El nombre de Manuel es de los primeros en salir a la palestra. El pabellón en donde vive con su mujer sufre el derrumbe del techo, que cae sobre el sargento hiriéndole de gravedad. Su mujer, que está todavía acostada, resulta ilesa.
El polvorín que explosiona es el más pequeño de los dos que hay, de tal manera que el primer alivio que se lleva la gente es por el hecho de pensar que si hubiera sido el otro, el grande, la magnitud de la tragedia habría sido incalculable.
Además del sargento Lapuente, resulta herido, también grave, Emilio Gaytán[4] Morales, un segador que faenaba en un campo cercano.
Las primeras evaluaciones a los heridos graves son muy pesimistas. El sargento tiene la cabeza destrozada y el segador las dos piernas partidas por las rodillas y su cara es una masa ensangrentada.
Una de las primeras ayudas que llegan al lugar del accidente son los médicos del manicomio del Dr. Esquerdo que se encuentra muy cerca del lugar. También acuden los frailes del vecino Correccional de Santa Rita.
A las ocho de la mañana ya están los heridos en el Hospital Militar de Carabanchel. Al segador se le administra la extremaunción. Su estado es penoso.
La mujer del sargento Lapuente no tarda en llegar y el gobernador civil de Madrid, señor Barroso, la tiene que convencer que de momento no se acerque a verle, pues puede llevarse un gran disgusto.
Mientras tanto se aceleran las actuaciones para esclarecer la causa de la explosión, se llega a la casi seguridad de que el excesivo calor de los últimos días ayudó a la descomposición de alguno de los tipos de pólvora que se almacenan en el lugar, produciéndose la deflagración.
Los acontecimientos se precipitan. A las ocho y media llega al Campamento de Carabanchel S.M. el Rey, Don Alfonso, con dos de sus ayudantes, y después de ser informado se dirige al Hospital Militar en donde puede presenciar las curas que le hacen al sargento.
Es esta la primera visita que hace el Rey al Hospital; acaba de cumplir los 16 años el 17 de mayo anterior, asistiendo por primera vez a un Consejo de Ministros el 31 de ese mismo mes.[5]
El sargento es ingresado en la Sala 4ª de Cirugía a cargo del Médico Mayor D. Rafael Díaz Atienza, ocupando la cama n.º 11. Su diagnóstico asusta. «Herida contusa de cinco centímetros de longitud y forma irregular en la región parietal izquierda, que interesa todo el espesor del cuero cabelludo, conmoción cerebral intensísima, con probable fractura de la base del cráneo, temiéndose por su vida en breve plazo.»[6]
La curación de las heridas del sargento se prolongarán hasta el 20 de julio en el que es dado de alta para irse a residir a Valdeavellano de Tera, en Soria para disfrutar de 3 meres de licencia[7].
El segador también sobrevive pero le tienen que ser amputadas las dos piernas y además ha perdido la visión en un ojo. En la explosión del polvorín de Carabanchel no hubo víctimas mortales, la rápida intervención de multitud de voluntarios y de unidades militares, así como de la Cruz Roja, consiguieron el alivio y la curación de la mayoría de los afectados, con la salvedad de los dos principales protagonistas de este espectacular suceso que reventó la madrugada de Madrid el 26 de junio de 1902.

Los dos heridos graves de la explosión del
polvorín de Campamento de Carabanchel.[8]

Casa en la que vivía el sargento Lapuente.
Dibujo publicado en el periódico La Correspondencia
de España del 27 de junio de 1902.[9]
Hospital militar de Carabanchel que en junio
de 1946 recibiría el nombre de Hospital Gómez Ulla
en honor del ilustre general médico Mariano Gómez Ulla.[10]
Su Majestad el Rey visitando el lugar
de la catástrofe. Dibujo de Segura.[11]
Epílogo.
Hasta aquí, lo que ha de ser leído del sargento Lapuente, lo que ayuda a comprender su aura de legendario, pero les invito a seguir la narración para terminar de homenajear al hombre, al militar que estuvo a punto de entregar su vida por la Patria en 1902.
Efectivamente, Manuel siguió con vida, y también continuó viva su vocación militar que transcurrió por diferentes unidades artilleras de España hasta su retiro a la edad de 58 años el 3 de julio de 1931 ostentando el empleo de comandante y siendo una de sus últimas anotaciones en su Hoja de Servicios la firma pertinente de adhesión a la República, el nuevo Régimen establecido en España tras la elecciones municipales de abril de ese año.
De todos es conocido lo que sucedió en España cinco años después. Manuel quedó en la que se conoció como zona roja, y al final de la contienda, tuvo que vivir otro tiempo de zozobra. Todo aquel militar que había residido en territorio en el que el Alzamiento de los llamados nacionales fracasó, pasó por un proceso de depuración, siendo investigada su actuación y conducta mediante una instrucción judicial. Manuel salió libre y sin cargos gracias a las manifestaciones y declaraciones de varios testigos que señalaron que no ha prestado servicio alguno a la causa roja y ha sufrido encarcelamiento así como también cuatro de sus hijos.[12]
Sabemos que al menos uno los hijos de Manuel continuó la carrera militar, quizá el primogénito, Manuel Lapuente Miguel que alcanzó el empleo de teniente coronel del Ejército del Aire y falleció en accidente de aviación el 18 de octubre de 1944.
En la esquela que del primer aniversario de su muerte publicó el periódico ABC de Madrid, vemos que ruegan una oración por su alma, sus padres Manuel Lapuente Gallardo y Prudencia Miguel Gonzalo, sus hermanos así como sus hijos[13].
Nuestro sargento Lapuente, a mi juicio sargento legendario porque sobre él hay algo que ha de ser leído, sobrevivió a la explosión del polvorín del Campamento de Carabanchel con 29 años y cumplidos los 71, ya abuelo, sobrellevó como pudo la dolorosa explosión emocional que supone perder un hijo.
Descansen en paz todos los protagonistas de esta historia, y sirva de homenaje y reconocimiento a los posibles descendientes que pudieran vivir hoy en día del legendario sargento Manuel Lapuente Gallardo.
Javier de Zavala Fernández.
Teniente de Infantería del Ejército de Tierra (R.)
Guadarrama, 14 de noviembre de 2025
____________________________________________________________________________________
[1] La fotografía del sargento D. Manuel Lapuente Gallardo que acompaña nuestro trabajo se publicó en la revista Actualidades el 27 de junio de 1902.
[2] En la Hoja de Servicios del sargento Lapuente su mujer consta como González de segundo apellido, pero en las referencias de prensa consultadas aparece como Gonzalo.
[3] Tomamos como base el relato de los hechos publicado en el diario El Correo Español del mismo día 26 de junio de 1902, pero son muchos otros periódicos los que recogen el suceso con pelos y señales. Fuente consultada: Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.
[4] En algunas fuentes escriben Gaitán.
[5] Gómez Ulla. Hospital Militar Central. Cien años de historia 1896-1996. Coordinación y dirección José Miguel Torres Medina, Coronel de Sanidad (Medicina) R. Ministerio de Defensa. Madrid. 1996. Página 98 En esta publicación se dice que hubo varios muertos en este suceso, pero no fue así, no hubo que lamentar víctimas mortales.
[6] Gómez Ulla. Hospital Militar Central. Cien años de historia 1896-1996. Coordinación y dirección José Miguel Torres Medina, Coronel de Sanidad (Medicina) R. Ministerio de Defensa. Madrid. 1996. Páginas 98-99.
[7] En el número 364 de la Revista de Sanidad Militar del día 15 de agosto de 1902, el Médico primero J. Huertas, publica la Historia clínica del sargento de Artillería Manuel Lapuente. Al final de ella se dice: «La fortuna ha coronado con el más brillante éxito este caso que, indudablemente, era muy comprometido; 25 hospitalizaciones ha causado tan solo este enfermo, y es maravilla contemplarle cuando sale de la clínica y recordar su aspecto cuando a ella fue traído.» Estuvo ingresado en el Hospital militar del 26 de junio al 20 de julio.
[8] Fuente. La Correspondencia de España del 27 de junio de 1902. Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.
[9] Fuente. La Correspondencia de España del 27 de junio de 1902. Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.
[10] Fuente: revista Actualidades del 27 de junio de 1902. Hemeroteca Digital de la Biblioteca Nacional.
[11] Fuente: revista La Ilustración española y americana del 30 de junio de 1902.
[12]Expediente de D. Manuel Lapuente Gallardo. Fondo Madrid, Número de Expediente TMT1:9993 / Legajo 5930.
[13] ABC de Madrid del 16 de octubre de 1945. Hemeroteca del periódico ABC.

