El pasado día 2 de abril los suboficiales y su Academia perdieron un buen amigo.
Antonio Borrell i Pujol, un barcelonés, afincado y enamorado de la pequeña población leridana de Baldomar, falleció a los 97 años dejando tras de sí una profunda huella de profesionalidad y humanismo. Pintor, escultor, dibujante, ilustrador, amante de la arqueología y la paleontología era, en suma, un artista completo, un “gran soñador” como su mismo hijo lo definió el día de su funeral.
Nosotros, los militares que tuvimos el placer de conocerlo y, más aún, el privilegio de ser sus amigos, podemos añadir algo más a su envidiable currículo: era un gran amante del Ejército y español de pro. Dedicó parte de su vida a la Academia donde “vivió” intensamente jornadas de trabajo durante una decena de años a partir de 1985, legándonos un patrimonio artístico sin parangón por su calidad y el excepcional poder de influencia en el contexto de la nueva Escala y su Academia, nacidas en 1974 y de las que ahora celebramos su 50º aniversario de existencia.
Antonio, en aquellos años de desarrollo creativo en el entorno castrense de un centro de enseñanza militar incardinado en esta maravillosa tierra pallaresa, encontró la paz de espíritu necesaria para que, desde muy dentro de él, fluyese, sin un suspiro de desaliento, uno de los periodos más entrañables, creativos y de excepcional calidad de su vida artística.
Estoy convencido que, al ver su fotografía, los componentes de las promociones entre la 12 y la 23, aproximadamente, aún lo recordarán deambulando sin pausa alguna por aulas, ejercicios de instrucción táctica, de tiro o educación física, por maniobras o en la intimidad de las camaretas de los dormitorios, buscando enfoques, información nueva, colores, detalles que solo él conseguía encontrar para luego plasmarlo todo en un papel, un lienzo, una escultura o, efímeramente, en un rápido boceto o una sencilla maqueta.
La Academia lo acogió con los brazos abiertos y Antonio la compensó con creces dejando, para el futuro, obras tan icónicas como el Monumento al Alumno. “Pueblo y Ejército unidos por la paz”, donación que realizó el día 25 de octubre de 1986 y que se encuentra ubicado en la misma entrada al recinto académic; el impresionante conjunto escultórico que preside el amplio espacio por el que se accede a la Sala-Museo; el panel en este mismo edificio, donde se homenajea a tres épocas diferentes de las armas españolas por el mundo; cerca de un centenar de acuarelas repartidas por edificios y aulas y un largo etcétera, pues difícil es pasar por algún lugar de la Academia, sin encontrarnos con Antonio trabajando sin cesar.
Termino esa reseña como la comencé: los suboficiales, su Academia y todos los que lo conocimos, hemos perdido un amigo. Perdido, físicamente, pues permanecerá entre nosotros sumándose con pleno derecho a la historia de una Escala y una Academia que, aunando voluntades, granito a granito, han conseguido alcanzar 50 años de apasionado discurrir por las sendas del amor a España, de los valores tradicionales del Ejército de Tierra y del “espíritu de la Básica” que resume una forma de ser militar, única e inmortal: el suboficial español.
Y, Antonio, estaba allí.
¡Descansa en paz, amigo!
General Maldonado. Presidente de la Junta Directiva de AMESETE