La noticia del fallecimiento de “Rosita” me ha llegado directamente de su familia, en concreto de su sobrina Anna Maria, pues la vieja y entrañable amistad de nuestras respectivas familias, me ha permitido seguir muy directamente su último adiós. Anteayer por la tarde, alertado por la familia, fui a “despedirme” de ella y tuve la satisfacción de comprobar que me reconociera, aunque lamentablemente no fuera capaz de responder a mis palabras de ánimo.
AMESETE cumplirá, el próximo mes de octubre, 17 años de existencia y poco a poco, pero inexorablemente, se está acercando a unos números tan altos que los más veteranos socios comienzan a dejarnos porque otra “Asociación”, presidida por Quien todo lo puede, les está llamando para engrosar sus filas con los mejores.
Y Rosita, estaba en ese grupo de los mejores acompañada, como bien sabemos quiénes los conocimos, de su marido, el inolvidable Pepe Calvet, fallecido en 2014. Y con su marcha ha dejado dos amplios huecos imposibles de rellenar. En la vertiente personal porque me ha dejado como único superviviente de un entrañable grupo de tres matrimonios constituido hace más de 45 años y que, trampeando constantemente con el reloj de la vida, ha resistido hasta el día de ayer toda vez que, por definición, deja de existir el grupo cuando solo queda uno.
Y en el segundo aspecto, como presidente de AMESETE, la ausencia de Rosita extingue otro entrañable grupo, el que formaron en 2020 los seis socios más veteranos de la Asociación, a los que rendimos homenaje con unas reseñas personalizadas, que se publicaron en tres revistas MINERVA.Red de la Academia y que, desde aquella altura, han ido falleciendo. Rosita, pertenecía al subgrupo intermedio, el de los que entonces habían cumplido 92 años y que, en el breve espacio de tiempo entre el día 15 y ayer, 27 de julio, ha quedado extinguido para siempre, dejándonos el recuerdo imborrable de personas que, llegando al cénit de su existencia, cuando todo invita al sosiego y al ocio ausente de cualquier compromiso, fueron capaces de embarcarse desde sus mismos comienzos en la aventura que suponía una Asociación que, con inquebrantable fe en sus posibilidades y en el apoyo que supuso el ejemplo de personas, como Pepe y Rosita, se constituyó como tal en 2007 para reclutar a sus primeros socios cuando, legalmente, pudo hacerlo unos meses después.
Siento, como amigo y como presidente de la Asociación AMESETE, un gran vacío por la pérdida de Rosita pues, junto a su marido, demostraron constantemente, desde el mismo nacimiento de la Academia, es decir, desde hace 50 años, un gran amor y perenne amistad por ella, materializada por una fidelidad sin fisuras que la convierten en una pareja con la que siempre se pudo contar. Por eso, ahora, me siento triste por su adiós, por dejar de verla y escucharla preguntándome lo que se está haciendo para celebrar las Bodas de Oro de una Academia a la que tantas y tantas veces acudió a su llamada para presenciar actos oficiales y participar en otros más dedicados al disfrute de las festividades.
En nombre propio y como presidente de AMESETE deseo transmitir a toda su familia y en especial a su sobrina Anna Maria Terré Dubà, el hondo pesar que nos embarga por la pérdida de Rosita, al tiempo que, los que aún mantenemos firme nuestra fe, la encomendemos a Dios con nuestras oraciones pidiendo que le permita proteger de cualquier mal a la Asociación y a todos sus miembros y simpatizantes para que sigamos trabajando con la misma entrega y tesón por el Museo del Suboficial, único norte estatutario que nos guía y compromete.
Para terminar y tal y como hicimos hace unos días con el compañero del subgrupo de veteranos en el que estaba incluida Rosita y con el deseo de que sea más y mejor conocida, incorporamos un enlace al artículo que se le dedicó en 2020, dentro de la miniserie dedicada a los seis socios más veteranos.
¡Descansa en paz, amiga!
MINERVA 166. Art. GB. Maldonado. Comp. Pág. 61 y pie Pág. 62. Rosa Terré Jordana
General Maldonado
Presidente de la Asociación AMESETE